El saber expresar nuestras emociones, la
capacidad de emitir juicios, hacer planteamientos, iniciar y mantener
conversaciones, defender nuestra posición, y hasta saber sonreír son algunas de
las habilidades que todos necesitamos para lograr una adaptación social que se
traducirá en bienestar y autoestima.
Desde pequeños, gracias al modelado y la
instrucción, somos capaces de aprender estas conductas y habilidades que nos
permitirán un adecuado funcionamiento interpersonal. Sin embargo, factores como
el nivel socio-económico, pertenencia a determinados grupos o valores y
comportamientos propios de cada familia, influirán determinantemente en este aprendizaje. Por lo que hoy las habilidades sociales constituyen un
procedimiento de intervención, por medio del entrenamiento de técnicas
conductuales y cognitivas con el fin de que el individuo adquiera conductas que
no ha adquirido, o conductas que posee pero que son inadecuadas.
La evaluación de las habilidades sociales
está enfocada en identificar las dificultades existentes o la ausencia de
alguna habilidad, para así poder planificar los programas de entrenamiento. La
evaluación requiere de mucha exactitud a fin de identificar factores externos
que puedan estar influyendo en la manifestación o no de ciertas conductas, como
por ejemplo la motivación. Así mismo es indispensable identificar aquellas
habilidades sociales que se manifiestan de manera eficaz y utilizarlas para el
reforzamiento de otras.
A la hora de evaluar las habilidades
sociales, debemos tener en cuenta los componentes motores y conductuales y los
cognitivos y los fisiológicos. De igual forma debemos tomar en cuenta las
disponibilidad de recursos personales y materiales, los agentes implicados que
son las fuentes de evaluación, las cualidades psicométricas y las áreas a
evaluar.
La entrevista, la observación el
autoinforme y el autorregistro son herramientas para la evaluación de los
componentes conductuales (expresión de sentimientos y opiniones, pedir favores,
iniciar conversaciones, disculparse, decir que no, defender los propios
derechos, entre otras). Cada una ofrece sus ventajas y desventajas así como la
complejidad en su aplicación. Con el fin de obtener resultados de la manera más
precisa, en mi práctica profesional, yo tendería a utilizar dos o más
herramientas que me ayudaran con la exactitud de los resultados.
Por su parte, la evaluación de los
componentes cognitivos (pensamiento, percepción, conocimiento y procesamiento) también
se valen de herramientas como la entrevista, cuestionarios, observación,
autoobservación y autorregistro para identificar aquellas cogniciones que
pueden interferir en la adquisición o manifestación de las conductas. Un
ejemplo de ello, es la ansiedad, la cual puede inhibir las respuestas
habilidosas en el sujeto. Otros ejemplos pueden ser las creencias irracionales,
patrones de pensamiento distorsionado, o expectativa negativa. Para la
evaluación de estos se han empleado dispositivos electrónicos con el fin de
evaluar los pensamientos subyacentes a determinadas habilidades.
Los componentes afectivos evalúan los
cambios fisiológicos que se producen en la persona como consecuencia de una
actividad psicológica. Estos pueden ser la tasa cardíaca, la presión sanguínea,
flujo sanguíneo, la tensión, relajación muscular, respuestas electrodermales y
respiración. Para su evaluación, se utilizan instrumentos diseñados
específicamente para ellos.
En el contexto escolar, los
procedimientos sociométricos son uno de los métodos más usados e idóneos. Su
aplicación representa una forma de evaluación que es a la vez práctica y
entretenida para los niños. Entre ellos están los sociogramas, la evaluación de
los iguales y los registros de conducta.
Es importante también tener en cuenta las
características psicoevolutivas, el nivel cultural, procedencia y nivel de
estudio a la hora de ejecutar una evaluación de habilidades sociales.
El entrenamiento en habilidades sociales
ha sido aplicado en ámbitos como el clínico, familiar, sanitario, empresarial, laboral
y escolar, siendo de gran aporte en la actualidad para ayudar a superar
problemas de aceptación social, necesidades educativas especiales, y problemas
de tipo psiquiátrico.
Es importante tener en cuenta que para
evitar subjetividades y ser lo más precisos posible a la hora de evaluar las
habilidades sociales, debe existir por parte del profesional una formación
específica en el área así como del uso correcto de los instrumentos que se
desean emplear con este fin.
Las habilidad sociales no son más que
todas aquellas herramientas que necesitamos para un desenvolvimiento y
adaptación social efectivo, por lo que considero que es una práctica
obligatoria el entrenamiento de estas conductas en los salones de clase así
como la formación de los docentes y de todo aquel profesional que considere su
aplicación.
Debemos pensar que estos son los pequeños
pasos que debemos dar como profesionales y como sociedad en la búsqueda por
erradicar las manifestaciones de violencia que vemos últimamente con mayor frecuencia.
Si somos capaces de cambiar las mentalidades de estas nuevas generaciones y
construir personas de bien, que sepan expresar sentimientos de amor hacia los
demás, que sepan aceptar las críticas y crecer con ellas, que sean capaces de
decir NO, que prefieran el conocimiento a la ignorancia, que sepan admitir sus
errores y que entonces busquen propagar la paz, entonces podremos decir que
hemos dado grandes pasos como personas y como profesionales de la educación.
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